Constitucionalismo comunista

Benito Marianetti, constitucionalista

mi abuelo, Martín Molinas, marianettista

El comunismo argentino tuvo un constitucionalista. Parece extraño, casi como una contradicto in adiecto, que quienes iban por la eliminación del Estado conocido estudiasen sus instituciones.
Pero Benito Marianetti estaba en eso. Quería encontrar los secretos que la burguesía había condensado en sus estatutos constitucionales.
Era un mendocino que ocupaba una pequeña parte de su tiempo en la abogacía y en el estudio del derecho constitucional, y la mayor parte de su tiempo lo destinaba al activismo y la militancia comunista.
Fue compañero de lucha de mi abuelo Martín Molinas en la lejana Mendoza, donde junto a las acequias prosperaban ideas radicales.
Hoy compartimos, por primera vez en internet, uno de sus interesantes textos, cuando se cumplían cien años de la sanción de la Constitución Nacional de 1853.
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Reflexiones en oportunidad
del centenario de la constitución de 1853.
Un gran intento
en procura del desarrollo burgués- progresista del país.
MIRANDO HACIA EL
FUTURO
El proceso de
elaboración teórica de nuestra organización institucional había adquirido un
poderoso impulso con la generación de 1837. Ello es visible especialmente a
través de la obra de Esteban Echeverría. Este proceso no fue interrumpido.
Dentro y fuera del país la tarea continuo y el hecho es que, inmediatamente
después de la caída de Rosas, Juan Baustita Alberdi estuvo en condiciones- por
medio de sus “bases” – de contribuir, con su valioso aporte, a su
consolidación.
Este proceso
alcanzo su punto culminante en la quinta década de la primera mitad del siglo
pasado, precisamente en la misma época en que Marx y Engels maduraban su histórico
“manifiesto”.
Los fundadores
del Socialismo Científico escribían teniendo en cuenta primer termino, los países
capitalistas mas desarrollados, como Inglaterra. Trabajan merituando las características
sociales y económicas de esos países y itinerarios y la historia de un
capitalismo que ya estaba cumpliendo una etapa muy importante de su desarrollo.
Frente a un mundo condenado a la liquidación, echaban la base de otro nuevo,
cuyo nacimiento y realización tenemos el privilegio de haber presenciado.
Alberdi y otros
hombres de la Organización
Nacional trabajaban en otras circunstancias, en otras
condiciones, en otro escenario y con otros objetivos.
Marx y Engels
trabajaban con otras expresiones representativas de la moderna clase
revolucionaria: la clase obrera.
Los que
redactaron la
Constitución de 1853 y los que dieron los materiales para esa
redacción, eran los representantes esclarecidos de una burguesía naciente que
aun no había jugado su papel en estas tierras. Pero por la situación especial
del país, mas que considerar una burguesía, trataron de preparar las
condiciones para un desarrollo ulterior y creciente de la misma. Miraron mas
hacia el futuro que hacia el presente.
EL PAPEL
PROGRESISTA DESEMPEÑADO POR LA
BURGUESIA
Marx y Engels habían
destacado en el “manifiesto” el papel de aquella “La burguesía, habían firmado,
ha desempeñado en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente
revolucionario”. Ella… “había producido maravillas mucho mayores que las
pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas”, habiendo
dado cima “a empresas mucho mas grandiosa que las emigraciones de los pueblos y
las cruzadas”.
Y remataban su
aguda observación, diciendo: “En el siglo corto que sirve de existencia como
clase soberana, la burguesía ha creado energía productivas mucho mas grandiosas
y colosales que todas las demás generaciones juntas”.
Sin embargo, las
condiciones sociales burguesas según el “manifiesto”, resultaban ya demasiado
estrechas para abarcar las riquezas por ellas engendradas. “Las armas con que
la burguesía derribo al feudalismo, se volvían ya contra ella”.
Pero la
constitución de 1853 no era el “Manifiesto comunista”. En todo caso era el
manifiesto o el programa para el desarrollo burgués de nuestro país. Y en la
medidas que ella trataba de impulsar el desarrollo burgués de nuestra economía
y de nuestra sociedad, importaba un intento de vastos alcances progresistas. El
drama de Europa, a mediados del siglo pasado, era ya la “superproducción”,
capitalista, el exceso de capitalismo, la contradicción entre la producción
capitalista y las formas de apropiación de esa producción. El drama Argentino
era la carencia de un desarrollo capitalista. En Europa se había desarrollado
la burguesía y, por consiguiente, el proletariado. Entre nosotros no había nada
de esto.
Los hombres del
53, con Alberdi en primera fila, tenían perfecta conciencia del papel
progresista y civilizador que, en ese tiempo, podía representar el capitalismo
en América.
Cuando Juan B.
Alberdi hace su elogio, acaso desmesurado ,de la personalidad de Wheelwrigth,
representante típico del capitalismo en su época de ascenso.
En el trabajo
que ha dedicado a aquel, dice Alberdi: “Pero la verdadera, la fecunda revolución,
la mas digna de recuerdo, como escuela de gobierno, consiste, no en la
sustitución de un gobierno extranjero incapaz por otro gobierno igualmente
incapaz, aunque americano; si no en la sustitución de un estado económico de
cosas que la tenia sumida en el atraso y la pobreza, por un régimen de la vida
caracterizada por el trafico libre de todo el mundo civilizado, el cual ah
debido en poco tiempo mayor numero de población, de capitales, de industria,
comercio, luces y bienestar la
América antes Española que a sus tres siglos de gobierno
colonial”. (Alberdi: “William Wheelwrigth”. Garnier Hnos. Paris, 1876).
En 1853 se quería
precisamente alcanzar esos objetivos burgueses progresistas: por encima del
comercio relativo y del capital usuario que existía en Buenos Aires y en
ciertas ciudades del interior; por encima del desierto. La distancia, la
despoblación, y el atraso en todo sentido, se quería desarrollar la industria,
aumentar considerablemente la población, extender el mercado interno y alcanzar
los beneficios del mercado mundial, logrando la amplia y libre circulación de
las mercancías, de los hambres y de las ideas.
LOS OBJETIVOS
PERSEGUIDOS DURANTE LA GUERRA DE
LA INDEPENDENCIA Y
LOS QUE SE PERSEGIAN DESPUES DE CASEROS.
Por eso Alberdi sostenía
en las “Bases” que durante la guerra de la independencia los estatutos y las
constituciones solo contemplaban el problema de la libertad y de la emancipación  o soberanía nacional. El objetivo
constitucional se reducía a estas cuestiones. La riqueza. El progreso material,
el comercio, la población, la industria, en fin todos los intereses económicos,
eran cuestiones accesorias.
Haciendo la
reseña del Derecho Constitucional vigente en la América de su tiempo, es decir,
en la América
que habla Española y Portuguesa, llevaba a la conclusión de que el mismo se
encontraba en oposición con los intereses de su progreso material e industrial,
del que dependía todo su porvenir” (J. B. Alberdi: “bases”, edic. Cruz. Buenos
Aires, Págs. 11 y 43). Para que los grandes principios proclamados en las
guerras de la independencia tuvieran actualidad y valides era necesario que
dejaran de ser palabras o frases para convertirse en realidades tangibles: el
desarrollo burgués progresista y la posibilidad de este desarrollo.
EL CARÁCTER DE
LAS REVOLUCIONES EMAMCIPADORAS Y SU OBJETIVOS.
Alberdi partía
de la idea justa de que las revoluciones en Sudamérica consistieron “en
movimiento de progreso y de civilización, y ningún abuso, ningún error
sobrevenido en su marcha ulterior, será capas de quitarle ese origen y ese
carácter”. (Alberdi: “Obras Completas” edic. a cargo de Joaquín V. González,
tomo XIII, Pág.38 y siguientes).
Estas
revoluciones emancipadoras, como tales y como movimientos progresistas, tenían
un carácter irrevocable y como expresión de una civilización, solo podían serlo
de la única conocida en su tiempo: la europea.
Su precedente
inmediato era la Revolución
Francesa, al menos en la conquistas de carácter político.
Muchas veces se
ah criticado a Alberdi y a la
Constitución de 1853.acusándolos de europeizantes, olvidándose
de que lo “europeo” era el progreso técnico y científico y el proceso jurídico
e institucional. Nunca ignoraron que, en otros aspectos, que en Europa había
mas atrasos que entre nosotros. Tomaron del mundo de su tiempo lo más avanzado
y trataron de aplicarlo a las necesidades del país. La generación de 37, a  la que no eran ajenos, pretendió hacer lo
mismo. Pero en 1837 las condiciones no habían madurado. En cambio habían
madurado bastante en vísperas de Caseros. En 1837 Urquiza, por ejemplo, quizás
se conformara con seguir actuando en una economía atrasada como la Representada por
Rosas. En 1850, el mismo Urquiza entraba, por el camino de sus intereses, en un
clima distinto: el clima de la burguesía. Su residencia en Entre Ríos, que aun
permanece en pie, si no existieran otros elementos de valoración y de
apreciación, daría la cabal idea de la transformación, en sentido burgués progresista,
que se había operado en el. La cabeza de vaca había sido remplazada por el cómodo
sofá.
En Sud América,
como en Europa, la revolución tenia en cuenta los siguientes objetivos: la
libertad civil, política, religiosa y comercial del hombre, la independencia
nacional, la democracia política, la igualdad ante la ley, la integridad y conservación
del territorio nacional, el libre trato con todas las naciones: el bienestar, el
progreso y la civilización, la riqueza, el aumento de la población, el derecho
a progreso o el principio de reforma pacifica garantizado por la constitución; garantías
publicas y privadas para alcanzar todos estos objetivos (Alberdi, op. Citada,
pág. 39). Los medios para alcanzarlos eran los siguientes: un nuevo gobierno y
un nuevo régimen. Había que destruir el gobierno español y darse un gobierno
nacional. Durante la Colonia
no sólo estábamos aislados de la propia España y del resto de América, sino que
estábamos aislados también –  y en manera
especial – de la Europa. Se
trataba de terminar con este estado de cosas. De ahí que la lucha por la
emancipación americana no podía quedar desvinculada de la lucha general de la Humanidad, por el
progreso y la civilización. La constitución de 1853, en tal sentido, es un
instrumento de unidad y acercamiento, desde su Preámbulo hasta los artículos
referentes a los derechos y las garantías. Por otra parte, había que reconocer,
en los movimientos progresistas de Europa, una influencia decisiva sobre los
acontecimientos emancipadores americanos. La marcha de nuestro progreso y de
nuestra civilización, desde otro punto de vista, sólo sería posible dentro de
las líneas generales y perspectivas de la marcha de la civilización y del
progreso europeos.
La Constitución de 1853, en lo
que se liga al pensamiento alberdiano, ha concentrado los objetivos precisos de
esa concepción progresiva y civilizadora de tipo burgués.
LA GRANESPERANZA ALBERDIANA
Tanta fé tenía
Alberti en la acción progresista del capitalismo en el país, que calificaba de
“socialistas inconscientes”, que hacían la sociedad “ sin saberlo” a los
empresarios de transporte. Esta gente sólo perseguía fines de lucro, pero – sin
darse cuenta de ello – hacían lo otro. Esta apreciación realista venían a
coincidir, en planos diferentes, con la afirmaron de Marx y Engels, asentada en
el “Manifiesto” , en el sentido de que la época de la burguesía se distingue de
todas las anteriores, por el constante y agitado desplazamiento de la
producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales,
por una inquietud y una dinámica incesantes.
“La burguesía,
afirmaban, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción,
con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la
civilización hasta las naciones más salvajes” … “Obliga a todas las naciones a
abrazar el régimen de producción de la burguesía o parecer ; las obliga a
implantar en su propio seno la llamada civilización; es decir, a hacerse
burguesas. Crea un mundo a su imagen y semejanza” .
Es claro que
Alberdi veía las cosas de una manera y Marx y Engels de otra y que miraban
distintos objetivos, con distintas perspectivas.
LA CONCILIACION
La Constitución de 1853 es una
constitución de tipo burgués-progresista. Pero sería un error no comprender que
ella, en el fondo, importa una conciliación de hecho no sólo con los estamentos
semi-feudales-latifundistas sino que, por esto mismo y también una conciliación
con el imperialismo extranjero, que en aquellas circunstancias, no podía ser
eludida. Siempre se ha hablado de la conciliación lograda para los federales y
los unitarios. Esta es una verdad aparente, porque –desde el punto de vista de
los intereses económicos- está demostrado hasta la evidencia que no había
distingos profundos entre federales y unitarios, ya que en uno y otro bando
había grandes terratenientes y ganaderos o grandes comerciantes y usureros.
Pero la verdad es que la burguesía progresista no ha gobernado al país. El
gobierno de la economía y de la política estado en manos de la oligarquía al
servicio del imperialismo. La
Constitución del 53, de la misma manera que la Revolución de Mayo,
todavía constituye –en muchos aspectos- un programa a realizar.
Alberdi y los
hombres del 53, que se jactaron de ser realistas y de “pactar con los hechos”;
que definieron muy bien lo que debe ser una Constitución, manifestando que ella
debe responder a las necesidades reales de un país en un momento dado, se
sometieron más a los principios teóricos progresistas de su tiempo que a la
realidad nacional. Con todo, su empeño y su obra, por tener un sentido
progresista, han adquirido categoría histórica.
Una constitución
de tipo burgués progresista no puede tener vivencia en un país cuya estructura
económica es semi feudal, latifundista y sometida al imperialismo extranjero.
Al final, la estructura es la que manda y la que decide. En el país, en este
sentido, hemos tenido una Constitución de tipo burgués progresista sin una
estructura económica que fuera su justificación.
Cuando Urquiza,
después de la victoria de Caseros, hace su entrada triunfal en Buenos Aires,
cubierto con galera y con un poncho sobre sus espaldas, nos está dando el
símbolo de lo que sería la
Organización: galera y poncho, es decir, la teoría burguesa
progresista tratando de conciliar con el poncho latifundista oligárquico.
LA CONSTITUCION DE 1949
La Constitución de 1949 tampoco
ha resuelto el problema. Ella, en el fondo, es una copia de la que se sancionó
en 1853; una copia empequeñecida, cercenada y deformada en sus aspectos
progresistas, que han sido reemplazados por parrafadas declamatorias. Si a la Constitución de 1853
la agregáremos ciertas garantías que no se cumplen y le agregáremos la negación
de la división de los poderes, de la autonomía provincial; la supresión de las
aduanas interiores, y le añadiéramos algunas afirmaciones vagas, de tipo
demagógico, tendríamos la
Constitución de 1949.
El drama de
ambas es que, en 1853 como en 1949, el latifundio y la estructura oligárquica
pro-imperialista siguen dominando al país. En cambio, en otras partes, donde se
ha hecho la reforma agraria y se ha roto definitivamente con toda clase de
dependencia respecto del imperialismo, las constituciones no son programas a
cumplir sino programas ya realizados. Ellas expresan, además, la existencia
verídica de una nueva realidad democrática y popular.
Las
constituciones burguesas de tipo progresista sólo han cumplido su misión
superándose por el cambio del contenido del poder (democracias populares), es
decir, con la unidad nacional contra la oligarquía y el imperialismo, por la
reforma agraria y la nacionalización, realizada por los trabajadores y el
pueblo des de los resortes del poder político.
Ellas, en
cambio, no han cumplido su misión, ni siquiera cuando han inscripto entre sus
disposiciones esos principios de la reforma agraria y la nacionalización
(Italia y Francia) cuando el poder político ha estado en manos de la oligarquía
interna y de sus sirvientes reformistas de derecha, todos ellos al servicio del
imperialismo extranjero.
En nuestro país
queda reservada a esta política de unidad nacional antioligárquica y
antiimperialista y por la paz, la tarea de superar la Constitución de 1853.
LATIFUNDIO,
OLIGARQUIA Y DESARROLLO CAPITALISTA
Las esperanzas
que Alberdi y los hombres del 53 cifraban en el advenimiento del capitalismo
progresista, eran fundadas, pero ellos no tenían en cuenta la estructura
semi-feudal del país, la enorme extensión de las propiedades, es decir, el
latifundio y la clase que encarnaba esta situación, serían una traba
insuperable para un verdadero desarrollo capitalista. Todas las afirmaciones
que Alberdi hacía respecto de las condiciones progresistas del capitalismo, en
consecuencia, eran justas, pero a condición de que el país no hubiese tenido la
estructura que tenía.
“GOBERNAR ES
POBLAR”
Su conocido
lema: “en América gobernar es poblar” significaba, como lo explicó en sus “Bases”
que poblar era, en ciertas condiciones, educar, mejorar, civilizar, enriquecer
espontánea y rápidamente como “había sucedido en los Estados Unidos”. Pero en
los Estados  Unidos el proceso había sido
distinto. El impulso inicial lo habían dado los representantes de ese
capitalismo progresista. En los Estados Unidos se comenzó con el maquinismo.
Entre nosotros se comenzó con las vacas y aún estamos atados a las condiciones económicas
creadas por el latifundio y la ganadería en manos de la oligarquía.
Poblar, para
Alberdi y para la
Constitución de 1853, significaba incorporar al país
poblaciones europeas civilizadas, educadas en la     libertad y en la industria. Pero no se
puede atraer a ninguna población extranjera, en gran escala, con un sistema de
la tierra de tipo semi-feudal. Sólo el acceso cómodo o libre a la tierra podía
atraer a esa población y como no puede existir un desarrollo efectivo de la
industria si se mantiene el latifundio, “poblar” se convertiría en una
aspiración, como lo sigue siendo hasta ahora.
Para el autor de
las “Bases”, el secreto de poblar residía en el arte de distribuir la
población. Pero la verdad es que no se podía distribuir la población en aquel
entonces, ni se la puede distribuir hoy, porque la tierra se encuentra en manos
de los latifundistas y porque la industria , por tal motivo, sólo puede ser
industria liviana.
Alberdi quería
llevar a fondo la lucha contra el desierto. Pero el desierto argentino no era
ni es una inmensa extensión arenosa: es el latifundio. Con proclamar la
necesidad de atraer la población para cubrir el desierto, no se resolvía el
problema. Este se encontraba planteado al revés: había y hay que destruir la
estructura latifundista para que la inmigración sea posible.
Tenía razón
cuando, confiado en el avance victorioso de la ciencia y la técnica escribía
estas proféticas palabras: “Colaborador de la Provincia, el genio
creador del hombre hará el verano permanente en Rusia y hará el invierno
inacatable en el Ecuador, porque el calor, el hielo, el gas, el agua, la
electricidad, sometidos a su dominio, son hoy los esclavos del hombre, que le
sirven para llevar su trono a todos los ámbitos de la tierra y ser en todas
partes soberano de la creación (Alberdi: Prólogo a las “Bases”. París 1873 –
edic. Cruz).
Pero el avance
incontenible de la ciencia y de la técnica, para lograr finalidades
civilizadores y progresistas, sólo sería y será posible con un cambio en la
estructura económica del país y un cambio en el contenido del poder político.
En la Rusia de
los Zares no podían haberse  logrado
jamás las extraordinarias realizaciones alcanzadas bajo el régimen soviético.
Allí se han hecho el verano y el invierno, como predecía Alberdi, donde los
hombres han querido. Allí se ha hecho descender la lluvia sobre el desierto y
se han transformado los desiertos en jardines, pero ha sido necesaria, – para
ello – una revolución que destruyera las trabas persistentes. Entre nosotros
esas trabas aún permanecen en pie.
VACIAMIENTO Y
ESCAMOTEO DEL CONTENIDO LEGAL DE LA
LEY
Celebramos el
centenario de la sanción de la
Constitución de 1853 en circunstancias muy especiales y
características en lo que se refiere a la vigencia y al respecto de la Ley.
La clase
dominante jamás ha sido fiel a sus propias construcciones jurídicas, pero nunca
había llegado al descaro actual.
En su “Dieciocho
Brumario”, Marx ha demostrado que la burguesía sanciona determinados derechos
para burlarlos al día siguiente. Esto es exacto y ha sido exacto –en manera
especial- durante el último siglo. Pero, en la actualidad ha llegado a los
limites más inauditos. La clase dominante no puede soportar su propia
legalidad. “La legalidad nos mata”, exclamó hace tiempo un representante típico
de la burguesía francesa, interpretando el sentido de su clase.
Hoy, en la época
en que la crisis del capitalismo es general y más profunda, la legislación se
dicta para legalizar la ilegalidad. Y esta ilegalidad de la legalidad burguesa
se hace por dos caminos: o por la acción legislativa abierta y desenfrenada o
por vía de “reglamentación” de los derechos y garantías.
Los Estados
corporativos nazis o fascistas, como los de Mussolini, de Hitler, de Zalazar,
de Franco, etc. Dictaron su propia legislación negatoria de todos los derechos
reconocidos, hasta su advenimiento, por burguesía. En otras partes,
especialmente después de la Segunda Guerra
Mundial , se ha producido y se procura mantener la máscara democrática y legal
vaciándose, sin embargo, por medio de “reglamentaciones”, el contenido legal de
los derechos y garantías proclamados por la burguesía desde el siglo XVII en
adelante. La “democracia”  yanqui
implanta el delito de opción y condena a los militantes comunistas en peor
forma que si fueran asaltantes de caminos, al mismo tiempo que absuelve a los
linchadotes de negros y asesinos de obreros; persigue brutalmente al movimiento
sindical; justifica la discriminación racial; niega el derecho de inmigración y
de emigración, hace una burla del derecho del sufragio, montando todo aparato
nacional de distorsión de la verdad y convierte la “libertad de prensa”, en un
asunto comercial en manos de un grupo de grandes intereses. Fabrica comida en
lata y también política envasada. Los mismos monopolios que hacen sus negocios
con salchichas en lata, los siguen haciendo en la
Casa Blanca como presidentes,
ministros,    senadores o diputados.
Y, en otras
partes, como Italia, en Francia y otros países que se dieron constituciones
“democráticas” después de la Segunda Guerra
Mundial, con principios progresistas relativos a la tierra, a la soberanía
nacional, al derecho político y gremial de los trabajadores, etc., conquistas
jurídicas impuestas por el triunfo de los pueblos respetivos sobre el fascismo
y el nazismo, las fuerzas coaligadas de la burguesía y de su adláteres y
sirvientes, promueven reformas ilegales de las constituciones y de sus leyes
sustanciales, para impedir el ascenso político y legal de las masas encabezadas
por su partido, el Partido Comunista. En Francia y en Italia se reforman las
leyes y las propias constituciones en materia electoral y en materia de
derechos y garantías, para crear “el Estado fuerte”, al servicio de la clase
dominante. Y ciertos países “comunistas”, como Yugoeslavia, sometidos a
dictaduras criminales, también se reforma, por orden de los yanquis, la Constitución
sancionada por el pueblo y que tenía –en origen- las características de las
cartas sancionadas en la democracias populares. Ahora esa pobre constitución es
una constitución hecha a la medida de los intereses yanquis y británicos.
Entre nosotros
también, se ha recurrido al sistema de la “reglamentación” o de la legislación
especial, manteniéndose la máscara de la legalidad constitucional. Hasta se ha
sancionado una Constitución, en reemplazo de la 1853, que –en apariencia- la
supera. Pero,  a su lado se han dictado
una serie de leyes y de reglamentaciones, antes y después de su sanción, que
desnaturalizan la existencia de todo orden legal o constitucional.
Hay que decir
que durante la vigencia de la
Constitución de 1853 se respetó, en genera, el contenido de
la misma y la opción de Alberdi en materia de “reglamentaciones” y de
excepciones. El autor de las “Bases”, había recomendado: “ La Constitución debe dar
garantías de que sus leyes orgánicas no serán excepciones derogatorias de los
grandes principios consagrados por ella, como se ha visto más de una vez. Es
preciso que el derecho administrativo no sea un medio falaz de eliminar o de
escamotear las libertades y garantías constitucionales. Por ejemplo “la empresa
es libre”, dice la
Constitución; pero puede venir la ley orgánica de la prensa y
crear tantas trabas y limitaciones al ejercicio de la libertad, que la deje
ilusoria y mentirosa. “Es libre el sufragio”, dice la Constitución; pero
vendrá la ley orgánica electoral y a fuerza de requisitos y limitaciones
excepcionales, convertirá en mentira la libertad de votar” (Alberdi: “Bases”,
Edic. Cruz, pág. 93).
La oligarquía
violó muchas veces la
Constitución de 1853. transgredió muchas veces diques de
contención de la misma, pero ella ha sido superada en los últimos diez años. No
pretendemos, por supuesto, defender a la oligarquía ni mucho menos. Sólo
queremos significar como se opera, entre nosotros, la marcha hacia la
ilegalidad de la legalidad a través del período oligárquico y del que han
impuesto los sectores reaccionarios del peronismo. Es un proceso que se
complementa.
Pero esto no es
todo. Ahora se trata de darle “legalidad” a todas estas arbitrariedades
dispersas. En el Segundo Plan Quincenal se ha contemplado la necesidad de una
reforma integral de toda nuestra legislación convirtiéndolo en un organismo de
tipo corporativo “sindicalista”. No está de más, entonces, que cien años de
distancia de la sanción de la
Constitución de 1853, examinemos, aunque sea a vuelo de
pájaro, el camino recorrido desde la legalidad implantada después de Caseros
hasta la ilegalidad que se pretende implantar a través del Segundo Plan
Quincenal.
LAS
CONSTITUCIONES DE 1853 Y DE 1949 NEGADAS POR EL 2º PLAN QUINCENAL
Si el método de
la comparación tiene todavía algún valor , estamos en condiciones de conocer
los defectos y las virtudes de la Constitución de 1853, confrontándola, con ciertos
objetivos y propósitos que, en materia institucional, se plantea en el Segundo
Plan Quincenal.
Y la comparación
no es arbitraria. La misma corresponde por cuanto dicho Plan tiene cuestiones
económicas, limitadas en el tiempo, para reclamar el carácter permanente de un
ordenamiento integral de la vida social argentina.
Este plan, que
se propone simultáneamente, realizar el diagnóstico precoz del cáncer y alentar
la producción de la remolacha azucarera, desalentar la producción de aceite
integral, aumentar la producción del área sembrada de girasol en dos millones
de hectáreas; aumentar en un diez por ciento la producción de “spaghettis”, construir
cloacas en Gualeguaychú y hacerle pagar todo esto al pueblo, plantea también y
con carácter de permanencia, que excede por supuesto los cinco años
mencionados, la formación de la unidad del pueblo argentino sobre la base de la
conciencia peronista convertida en doctrina nacional, organizar el estado
corporativo “sindicalista”, llevar a cabo una política de discriminación racial
e ideológica en materia de inmigración, incrementar la producción a costa de
los obreros, y exprimirlos en homenaje al capitalismo, imponer la enseñanza
religiosa, intervenir en la enseñanza particular con el mismo objeto, darle una
moral nacional al país sobre la base del justicialismo , adaptar la cultura
nacional e internacional a la concepción peronista de la vida, realizar algunas
expropiaciones, sin atacar al latifundio, respetar a las empresas monopolistas
extranjeras y facilitarle el acceso al país, suprimir la autonomía provincial y
la de los municipios y reformar toda la legislación en vigencia.
Es,
principalmente a estos aspectos de carácter político e institucional a los que
queríamos referirnos, como ya se ha expresado, en confrontación con los
preceptos de la
Constitución de 1853.
Hay que decir
que entre la Constitución
de 1853 y el Segundo Plan Quincenal está la Constitución de 1949.
Pero la verdad es que si bien esta Constitución de 1949, en ciertos aspectos
declamativos parece más adelantada que la de 1853, en los hechos aumenta las
facultades del Poder Ejecutivo, centraliza aún más el Poder en nuestro país,
crea el estado de emergencia (o de guerra), que es la negación de toda verdad y
vigencia constitucional, alienta y asienta la penetración del Gobierno Central
en la vida de las provincias y permite el nacimiento, crecimiento y desarrollo
de sus propios verdugos, tales como el Segundo Plan Quincenal.
EL PERIODO
ANTERIOS AL PLAN
Entre la Constitución de 1853
y el Plan Quincenal mencionado existe, además, todo periodo de “reglamentación”
de esas libertades, de sus derechos y las garantías establecidas en la Constitución, tanto
la oligarquía como los sectores reaccionarios del peronismo, (estos, mucho más
que aquella), han ido dictando una serie de leyes y de decretos que han
reducido a la nada aquellas conquistas. La oligarquía por ejemplo, tiene en su
haber la Ley 4144.
El oficialismo, tiene en su haber el mantenimiento y aplicación despiadada y
sin precedentes de esta ley monstruosa. Nunca se ha detenido y deportado del
país tanta gente como bajo el régimen actual. La oligarquía se amparó creó la Sección Especial y la Policía Federal.
Los sectores reaccionarios del peronismo han mantenido y ampliado estas
instituciones, reforzando el aparato de espionaje y de provocación policial en
el país.
La oligarquía se
amparó, en algunas ocasiones, y contadas, en el estado se sitio. El régimen
actual ha vivido más o menos en forma permanente bajo el estado de sitio y
desde Septiembre de 1951, bajo el estado de emergencia o de guerra.
Para la
oligarquía, los delitos contra la
Nación, el sabotaje, etc., eran de carácter penal general y
las disposiciones pertinentes se incluían en el Código Penal. Bajo el régimen
actual, se han dictado leyes y decretos especiales sobre la materia, como el
famoso Decreto Nacional número 536, que se viene aplicando sin intermitencias
desde 1945 en adelante y por cuya aplicación, obreros, profesionales,
intelectuales, mujeres, jóvenes, militares, etc. han sufrido y sufren
detenciones interminables, sin la garantía de la excarcelación bajo fianza que
se acuerda a los delincuentes comunes. Se ha dictado una ley nacional sobre
portación de armas, que tiene un indudable carácter de persecución política. Se
ha reformado varias veces el Código Penal, especialmente en materia de desacato
a las autoridades, convirtiéndose en delito cualquier expresión que afecte a
los funcionarios o a los órganos de la administración.
La prensa está
controlada por un aparato de censura y no sólo nuestro Partido sino otras
agrupaciones y entidades han sido y son impedidas de publicar sus diarios y
revistas, viéndose en la obligación de hacerlo en forma más o menos clandestina
y de manera limitada.
Se niegan
pasaportes y certificados de buena conducta, sin darse explicaciones ni
recursos legales. Se impide la salida del país a quienes están tildados de
“rojos”. Se impide la entrada al mismo ciertos “inmigrantes peligrosos”, al
mismo tiempo que se ampara a los fascistas, jerarcas mussolinianos y criminales
de guerra de Italia y Alemania nazi. Se mantienen intervenidos o clausurados
los locales del Partido Comunista y se saquean sus bienes mientras se devuelven
a los nazis alemanes sus patrimonios intactos y bien cuidados.
La oligarquía,
en la época del general Justo, dictó las leyes de unificación de impuestos
internos y de impuestos a los réditos, dando con ello un golpe mortal a la autonomía
provincial, al bloquearse su capacidad impositiva y económica. El régimen
actual ha mantenido y ampliado estos avances.
La oligarquía
permitió la escuela laica. Hombres surgidos en su seno, como Emilio Civit y
otros, defendieron la Ley
1442. Varias constituciones, como la de Mendoza, recogieron el principio. El
Segundo Plan Quincenal, de hecho y derecho, trata de obligar a todo el mundo a
someterse a la “moral y a la religión cristianas”.
La oligarquía,
especialmente en la época del general Justo, creó ciertas reparticiones o
Juntas “reguladoras” de la producción económica. El régimen actual ha
“regulado” y desorganizado todo lo que había en la esfera económica, de tal
manera, por ejemplo, que las juntas reguladoras resultan un juguete al lado del
IAPI. La oligarquía dictó una ley de Vinos, bastante incompleta, pero que es
una obra de santos comparada con la actual “regulación vitivinícola”.
Nuestras
universidades, en la época de la oligarquía, permitieron, en alguna medida,
cierta independencia ideológica de los profesores. La “nueva universidad” ha
colocado a la misma y a los profesores a la cola de una “doctrina” apresurada.
La justicia, en
la época de la oligarquía, mal que mal, era respetada como un poder
independiente. En la actualidad todo el Poder Judicial está en manos del
Presidente de la República. Antes,
más o menos, se respetaba el sistema democrático (burgués) , republicano y
representativo. Ahora, especialmente, en lo que refiere a los territorios
nacionales convertidos en provincias “sui generis”, ensaya un tipo de gobierno
corporativo, la organización de los partidos políticos ha sido reglamentada en
tal forma que su existencia depende de la política o de la voluntad del
régimen. Antes, no sólo podían aparecer los diarios y periódicos de los
partidos, sino que aún dentro de la misma clase dominante y en el conjunto
social, podían aparecer diarios y revistas, libros y folletos, con relativa
libertad, salvo excepciones contadas. El derecho de reunión era desconocido
excepcional y había tribunales oligárquicos, que restablecían las garantías
constitucionales. Ahora, ciertos jueces se someten a la policía y justifican
las arbitrariedades que mismas cometen.
Nunca se han
prohibido en nuestro país tantos actos públicos como en los últimos años. Nunca
se ha dificultado e impedido la importancia de libros y de revistas y de
correspondencia “peligrosa”.
Nunca se ha
prohibido en nuestro país tantos actos públicos como en los últimos años. Nunca
se ha dificultado e impedido la importación de libros y de revistas y de
correspondencia “peligrosa”.
Nunca se ha
controlado tanto la actividad interna y pública de los partidos y de las
asociaciones. Sáenz Peña nos dio una ley electoral imperfecta, pero que daba
representación a la minoría. Con fraude y todo, la oligarquía permitió as
representaciones minoritarias. Ahora tenemos “senados únicos” y liquidación de
las minorías.
DEFENSA DE LA LEGALIDAD Y DE LAS LIBERTADES Y
GARANTIAS BURGUESAS.
En ocasión del
histórico XIX Congreso del Partido Comunista (B) de la URSS, el camarada Stalin ha
vuelto a llamar la atención sobre las necesidades de que los comunistas seamos,
cada vez más, los abanderados de la defensa de las libertades democráticas que
la burguesía se diera para sí y que ahora repudia. Esta lucha es inseparable de
la lucha por la paz y por la independencia y soberanía de los pueblos.
En su intento
criminal de estrangulamiento de las libertades democráticas que la burguesía se
diera para sí y que ahora repudia. Esta lucha es inseparable de la lucha por la
paz y por la independencia y soberanía de los pueblos.
En su interior
criminal de estrangulamiento de las libertades democráticas, la burguesía
reaccionaria se apoya a los fascistas, en los cavernarios de todo pelaje, en
los dirigentes socialistas de derecha, agentes celosos de los intereses
imperialistas. Los Attlee, los Guy Mollet, Los Saragat, los Spaak y los
Ollenhauer cumplen las misiones más ignominiosas que les encargan sus patrones
anglo-yanquis, con el propósito de reprimir las luchas de liberación nacional
de los pueblos y dividir a la clase obrera (Ver: “Por una Paz duradera. Por una
Democracia Popular”. 23 de enero 1953).
DEMOCRACIA
BURGUESA Y DEMOCRACIA SOCIALISTA
Al cumplirse el
primer centenario de la sanción de la Constitución de 1853, los comunistas argentinos
debemos comprender en toda su profundidad las recomendaciones del camarada
Stalin y tomar en nuestras manos, en el camino de la unidad y de la
independencia nacional y de la paz, la bandera de las libertades democráticas.
Para nosotros, la democracia burguesa no es la democracia a que aspiramos pero
sería una estupidez renunciar a las libertades y garantías que la propia
burguesía necesitó para su desarrollo y que ahora repudian si prestáramos que
marchamos hacia la democracia socialista y en consecuencia, que no la
necesitemos.
Los comunistas
debemos enfrentar a la clase dominante con su propia “legalidad”. No podemos
permitir, en ningún sentido ni en ningún momento, que estas libertades sean
negadas o cercenadas. Por el contrario, debemos luchar para que sean mantenidas
y ampliadas.
Los
imperialistas yanquis y quienes se someten a sus objetivos, aquí como en otras
partes, tratan de liquidar y reducir a la nada los aspectos progresistas de la
legislación liberal que existiera en nuestro país, como en otras partes. Y
siendo el contenido de esa Constitución derogada, de ese carácter, tenemos que
reivindicarlo.
Al hacerlo así
no nos aferramos al pasado ni lo defendemos. Luchamos por el presente y por el
porvenir, retomando del pasado aquellos elementos o antecedentes que, siendo el
resultado de luchas generales de carácter progresista, realizadas por los
pueblos, constituyen –desde el punto de vista político- un verdadero jalón en
la batalla por la libertad.
CAMBIOS SOCIALES
Y PERSPECTIVAS
Desde 1853 hasta
ahora, se ha producido algunas novedades. Se está llevando a cabo en nuestra
realidad social, un cambio sustancial. La clase obrera que, en aquel entonces,
no existía como tal, juega un papel preponderante en nuestra vida política
social y económica. Nuestros campos señalan, en situación de inseguridad, pero
de creciente descontento la presencia de densas masas campesinas. Nuestra
burguesía nacional, en vastos sectores, ha entrado en conflicto de intereses
con la oligarquía y el imperialismo. Una clase media muy numerosa, también
tiene intereses que defender. La situación internacional y continental nos
plantea nuevos problemas. El panorama mundial ha variado desde 1853 hasta
ahora. La sexta parte del mundo se ha emancipado de la opresión capitalista, y
construye el Socialismo Numerosos países, como China a la cabeza, marchan hacia
el Socialismo por el camino de la Democracia
Popular, mientras que las colonias llevan a cabo luchas
memorables por su emancipación, al mismo tiempo que el capitalismo, en su fase
imperialista, descubre la totalidad de sus lacras y su siniestra figura aparece
tal cual es, en la etapa de su descomposición y derrumbe definitivos.
Los sectores
reaccionarios nacionales, conscientes de este proceso, tratan, con la ayuda del
imperialismo y de sus fieles lacayos del reformismo social, de mantener la
hegemonía sobre la clase obrera y los campesinos que buscan el camino de las
grandes transformaciones y de la revolución. Con el señuelo de supuestas o
aparentes reformas, con el lenguaje altisonante de los grandes cambios y con la
máscara de un sindicalismo vaciado de su verdadero contenido; por la vía
estrecha de un economismo anquilosante tratan de impedir que estas masas
abracen la causa del Socialismo. No lo conseguirán. Pero ello dependerá
principalmente de nuestra acción. Y de esta acción dependerá también que el
nuevo contenido social del proceso argentino engendre una nueva Constitución
que nos coloque, en estos tiempos, a la altura de las necesidades reales de
nuestro pueblo y a la altura de las grandes conquistas alcanzadas por el
Socialismo y la Democracia Popular
en el reto del Mundo.
No son
únicamente los continentes asiáticos y africano, los que despiertan. América ha
despertado también y se agita, conmoviendo los profundos cimientos oligárquicos
e imperialistas. Por encima de la demagogia circunstancial, los pueblos de esta
parte del mundo van forjando su unidad y su programa y, sobre todo, van
aquilatando su verdadera fuerza. En el país argentino la clase obrera ha pasado
a ocupar un lugar decisivo en el acontecimiento político. Reducida al
economismo sin perspectiva y sometida aún, en gran parte, a la hegemonía de la
burguesía que se ejerce a través de “conductores” verbalistas, comienza, sin
embargo, a marchar por su propio camino, a través de la influencia comunista.
Nuestra misión de tales, de acuerdo a las enseñanzas de Lenín y de la historia
victoriosa de la clase obrera en los últimos cincuenta años, consiste en llevar
a su seno la verdad revolucionaria del Socialismo. Su emancipación sólo será
alcanzada sobre esta base. Lo estamos haciendo aquí, en el resto de América y
del Mundo. Lo seguiremos haciendo.
Y alguna vez muy
pronto, sin duda, cuando dictemos, en nuestro país la nueva Constitución,
podremos decir que no es ella la que ha creado la nueva realidad social,
gestada por la clase obrera y por le pueblo, la que ha creado los hechos que se
registran en ella. Así habremos hablado como Marx en el proceso de Colonia,
refiriéndose al Código Napoleón, o como Stalin, al definir el contenido y las
características de la Constitución
Soviética de 1936.
Mendoza 1953
Edición propia en los talleres gráficos D’Accurzio

——————–NOTAS RELACIONADAS:

Una biografía de Marianetti – Patricia Chaves